Por Brenda Trujillo
Querido Kactus:
Las mareas son espontáneas.
Son difíciles de evadir, pero cuando te refrescan, te gobiernan y tienen un sabor amargo y purificador. Esos elementos son atribuibles al Café Kactus.
El tiempo que pasaste ahí fue como un pasaje anunciado, tan pacífico, dramático y con la pretensión de reivindicación.
La serie de vivencias aunadas al servicio fructífero de una cafetería se fueron dando en cuadrados y círculos.
Por un lado, la satisfacción de los clientes se convertía en indudable cuando sentían la frescura del espacio verde y cafetero, y en el momento de saborear algunos de los alimentos y/o bebidas.
Por otro parte, la carga emocional del lugar te trasladaba al limbo entre la realidad e irrealidad.
Perfectamente adhoc para estar allí, después de una ruptura, de una derrota o de la crónica de una tragedia anunciada. El aroma a café, a veces a lluvia o frío y el panorama acompañado de una edificación religiosa impulsan el toque pintoresco.
Con avisos de señales, sabías que era temporal allí tu instancia, y aunque al principio existió falta de aceptación al estar ahí, ahora lo visualizas como parte de tu cura y de tu lista de añoranzas constantes.
No puedes evitar ese sentimiento de nostalgia al recordar pasajes dramáticos en ese jardín, y en los lares gastronómicos y cafeteros que recorrías mientras te sugestionabas, pero sabías era parte de tu salvación.
Con un abismal tormento y un pleno agradecimiento, se despide una parte de ti, pero teniendo la esperanza de volver a pisar ese césped.
La dimensión que experimentas es inigualable; esos juegos de pelota con niños muy tiernos, esas odiseas en la cocina, esas pláticas terapéuticas entre amistades y Frs.
Esos aires frescos y calurosos, combinados con ventarrones que azotaban la naturaleza, plantas y carteles. Las historias entretejidas entre la realidad, la percepción y lo recreacional.
Se volvió uno de tus lugares preferidos y…¿Sabes porqué?
Ahí viviste uno de tus momentos más dichosos y críticos, al mismo tiempo, y eso le da el elixir del relato idóneo a tu existencia. Representa romanticismo.
Sin una despedida total, ni una entrega total, que fue lo que faltó durante tu estadía, rememorarás y enaltecerás a Kactus de un modo merecedor, como todo aquello que cuando lo debes soltar lo pones en una bola de cristal.