El mundo con ellas

Por Brenda Trujillo

Por Brenda Trujillo

Narración de Cristina o Christopher

Yo las veía y no me gustaban, al principio. Ellas se acercaron a mí. Curiosamente, las conocí en el mismo lugar y casi al mismo tiempo. Me parecían divertidas, pasaba momentos refrescantes y risueños con ambas, cada una en diferente ámbito. En ese instante, no era muy consciente de ello. La primera, la más grande, la que me rebasaba más de cinco años, parecía muy entregada y accesible, cuando se enojaba guardaba silencio y siempre le reprochaba esa postura. Pero, ahora añoro esa actitud.

La otra, más pequeña, aún así dos años mayores que yo, era muy ocurrente, atenta y tierna. Me parecía agradable y quería seguir conviviendo con ella para conocerla, pero me gustaba a mi manera, no existía un pleno enamoramiento como hacia la grande, quien realmente al paso de los meses me percaté que era más oscura y hasta cierto punto energúmena. Volví a renacer cuando estuve a su lado; mi idilio se convirtió en tormenta y mi precipicio cambió mi rol y estilo de vida.

Mi romance con la grande duró varios meses, hubo un momento en el que estuve con las dos, pero mi mente se sentía siempre culpable porque el dominio la tenía la oscura. El océano del sexo lo conocí allí, pese a que ya había experimentado el sentir de diversos mares. Los mares eran combinados; el océano me lo dio solo una persona.

Mi nube mental se perpetuó, la chica antípoda; la blanda y blanca descubrió mis sentimientos y me abandonó, durante un rato, al darse cuenta de que me perdía por la grande y al sentirse desplazada y reemplazada. La melancolía se aproximó… pero yo seguía en las redes de la grande, pese a que yo sabía que su cariño era repartido…

Uno de mis suicidios emocionales fue cuando en una querella, la oscura estaba muy desinhibida bajo el efecto del alcohol y tuvimos una monstruosa pelea, que hirió mis sentimientos… Nunca le había visto así… Era otra…

Después de ello le empecé a temer y aunque seguía pensando en ella, me alejé… pero nunca se perdió el contacto total…Y de repente, la blanca y blanda volvió a resurgir, empezamos a salir otra vez y la miraba de una nueva forma… Quizá me gustaba más… No obstante, ella ya tenía a alguien más y a mi… En el fondo no importaba eso… ¿o sí?… Lo dejo al aire…

Con la grande ya no estaba en el mismo romance voluptuoso… Sí seguíamos con nuestros encuentros y discusiones, pero me ataba a la oscura por un espacio y negocio que yo había aceptado y que le pertenecía; me pareció buena propuesta, acorde a mis necesidades y deseos y me aventuré a supeditarme a ella, pero en otro ámbito…

De alguna forma estaba con las dos y otros personajes, y ellas igual estaban conmigo y otras y otros individuos… Así era… Así fue… Hasta que, la blanca y blanda se unió formalmente, a través de anillos y flores con un caballero… ¡Quedé impactada y dolida! Ella como si nada; sin embargo, se trataba de un capítulo de mis posibles lecciones, en este caso se me devolvía de como la hice sentir al estar con otra y no tomarla en serio… y en ese momento… ya le quería mucho más…

Le estuve dando vueltas al asunto, pues tenía pocos días que la había visto, antes de su evento nupcial. Cuando la volví a ver, me lo confesó, sin rollos, muy precisa y serena, asimismo, entendí que eso no impedía que continuarán ocurriendo menesteres físicos entre ella y yo, aparte de que prolongáramos nuestras reuniones, dialogando y embriagándonos.

Me sorprendió cuando vi su convicción, empero la realidad es que también era fascinante, congeniaba la circunstancia perfectamente con mis pensamientos y mi constante recordatorio de profesar una mente liberal… Le quise más a partir de allí… ¡Qué paradoja! El humano es irónico y la escritora y exponente del Siglo de Oro de la literatura en español, Sor Juana Inés de la Cruz, tenía razón al proclamar en sus versos:

Constante adoro a quien mi amor maltrata;

Maltrato a quien mi amor busca constante.

Con la grande peor aún, esos versos quedaban ideales, ya que la blanca y la blanda por más unida que estuviera con alguien, su trato hacia mi era diferente, claro que, ya me había tomado la medida y repentinamente, sí poseía algo de crueldad, pero era parte del juego, pues ella se percató que de esa forma me atrapaban más… Los masoquismos del humano y de la vida, interesante tema para analizar…

Con la oscura, después de cinco años, de entrar en esta dinámica, se convirtió en un ciclo tremendamente vicioso, porque nuestro enlace ya no es un romance, más bien, es un negocio en el que constantemente tenemos líos por nuestra gran diferencia de ideas, en el que aún se preserva el afecto y por eso hemos dado apertura para ayudarnos en otros rubros de nuestras vidas, pero aún hay largo tramo, en lo que se resuelve y concreta… Si hay una posible separación definitiva no es tan fácil, porque primero se debe solucionar el alboroto que traemos…

Difícil ¡eh! Además, la chica blanda ya hasta se volvió madrecita; la grande me provoca inquietud y locura, me siento más regañada por ella a veces que por mi propia familia. Pareciera mi profesora y yo le doy ese poder. No sé. En cambio, con la chica blanca y materna, siento refugio y desahogo. Para colmo las dos tienen el mismo nombre, son antagonistas y necesarias ¿Para mí? ¿Será?

En chistes locales, entre camaradas, a la blanca, blanda y más chica, le llaman la pura, y a la grande y oscura, la denominan la maligna…

Es una rueda curiosa, después de ya varios años con ellas y como han ido evolucionando las situaciones, el enlace es estrecho, aunque ya no ha habido actos con chispas sexuales, desde hace rato con ninguna… ¿Puede volver a ocurrir? ¡No lo sé, me da miedo y éxtasis a la vez!

Solo aguardo que, trascendamos a otro plano, a uno donde existan nuevas formas de solución y placer…

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