Por Beatriz García
Mis padres, mis abuelos y las generaciones anteriores a la mía, habían tomado el precepto de que entre mayor sea el grado de estudios de una persona, se tendría una mejor vida, pues se obtendría un ingreso económico mayor por un trabajo que era más “cómodo“, donde no habría que desgastarse físicamente sino intelectualmente.
La idea se extendió tanto, que unos cuantos años después, el terminar la educación básica y media superior se formó un bloque “esencial” para conseguir casi cualquier trabajo, cuando en generaciones pasadas con tener la primaria era suficiente para encontrar un empleo.
Hasta cierto punto el completar la educación superior te daba cierta ventaja para encontrar el ansiado empleo “mejor”; no obstante, hoy en día esto ya no es del todo cierto, pues cada vez los requisitos aumentan, solicitando más grados de estudios para obtener realmente un buen trabajo.
Contrariamente a la tendencia que se tenía en generaciones pasadas, hoy en día el tener más estudios no te garantiza tener un mejor ingreso comparado con el no tener estudios.
En un país tercermundista como México, el dinero está en el comercio, en los negocios propios y para tener uno no se necesita tener estudios, mientras que una persona preparada académicamente, terminará siendo empleado de alguna institución o empresa misma que no pagará por sus servicios de mejor manera que lo que gana un comerciante exitoso.
Así pues, en México quien se prepara académicamente es totalmente por gusto, porque esto ya no te da un mejor salario, ni un mejor empleo, inclusive te expone a tener más probabilidades de ser explotado laboralmente, al darte muchas más responsabilidades sin la retribución económica correspondiente.