El panorama no es alentador, en México apenas estamos comenzando a digerir el confinamiento, han pasado ya dos semanas desde la campaña de Sana Distancia y un día desde que se decretó la Emergencia Sanitaria Nacional y los mexicanos parecemos no entender la gravedad de la pandemia.
Miles de comentarios invaden las redes sociales sobre la credibilidad de la enfermedad: que si es un invento del gobierno, que solo ataca a las personas con dinero, que no creerán hasta no ver un muerto en su familia: “¡A ver, dónde están los muertos!”, preguntan. ¡Créanme, no los quieren ver!
El confinamiento es lo de menos, cuando México llegue a su máximo de contagios diarios, como ha sucedido en otras partes del mundo, la tragedia será descomunal, de forma masiva y personal. Ya nadie pensará en quejarse, como ahora, por tener que quedarse en su casa, la indignación crecerá a tener que ver morir un familiar en casa o en un centro hospitalario sin poder siquiera despedirnos.
Ahí estará la verdadera tragedia acompañada de días o semanas, espero, sin poder ver que las cifras de muertos diarias logren bajar. ¿México logrará reducir la curva de crecimiento? No creo, no podemos, para millones de pobres es imposible quedarse en casa, nada más, no es nada más una cuestión de voluntad.
El confinamiento duraría más de un año según una artículo que leí de imperial college explicado por el pais, nadie podrá salir de sus casas hasta que no exista una vacuna contra el Covid-19 y eso tardará más de un año.
Pasaremos a una situción extrema en la que realmente nuestra vida cambiará por completo, no solo por estar aislados, sino por perder nuestro derecho a la movilidad, a visitar otros estados, otros países, parques, centros de entretenimiento, la playa y hasta a nuestros propios familiares.
Ningún país está preparado para afrontarlo ni hay alguna sociedad actual que dé un ejemplo de qué hacer o como batallar ante está contingencia, iremos aprendiendo con el paso de los días, por eso además del miedo la incertidumbre viene con la pandemia.
Estoy seguro que ustedes, como yo, pasan por varios estados de ánimo durante todos los días hasta que logran conciliar el sueño.
En momentos están optimistas pensando que pronto encontrarán la cura, a veces entran en resignación pensando que “pasará lo que tenga que pasar”, y más fatalistas se imaginan internados ellos mismos o alguno de sus familiares, piensan cómo sería el confinamiento en casa de un familiar enfermo, en cómo les afecta la crisis y cómo han empezado a ver disminuidos sus sueldos.
Nadie lo sabe, el contenido de las redes es igual, algunos optimistas y otros fatalistas.
Todos aprendiendo y yendo sobre la marcha…