Por Brenda Trujillo
Me gustaría saber la brecha de la realidad de las cartas que se escriben antes de quitarte la vida y la estadística de ejecución ante el contenido de despedida. ¿Suicidio? ¿Cobardía o valentía? Hay las dos posturas…
Pero… ¿Qué postura eliges tú?
Cualquiera que elijas es válida.
Violeta se contenía el llanto; se encontraba dentro del automóvil de una antigua amiga y sentía unas punzadas en su pecho y como le saltaban sus latidos, padecía de nervios y de miedo ante algún suceso fuera de los rangos sanos, quizá como un golpe o una atentada contra su vida.
Se atravesó uno de los pensamientos más temerosos que la podía dominar; ya había cumplido 27 años y su existencia no era como la imaginaba hace doce años, ni siquiera como la hubiera pensado hace 5 años, es más ni dos años.
Más arruinada que nunca, recapituló rápidamente; se había esfumado casi todo; sus amores, los cuales, en su mayoría en los últimos meses los había rechazado rotundamente por falta de ganas, desilusión y decepción. También, perdió a amistades por pasiones descontroladas, ya que era propensa a involucrarse con las parejas de sus amigos.
Había perdido todos sus bienes por hipotecar su casa en placeres efímeros, aunque sabía que los disfrutó plenamente. Estaba vetada laboralmente en algunas dependencias gubernamentales por su comportamiento autoritario, asimismo le habían impedido el acceso a ciertos restaurantes y bares por haber reñido con el dueño, además de la eterna disputa por la inmortalidad intelectual que se había prometido cuando leyó Crimen y Castigo de Fedor Dostoyevski.
Los días pasaban y ella se sentía peor; se había fallado profesionalmente y en su estilo de vida, hace unos 36 meses creía hallarse más cerca de la cima o al menos en la construcción de un próspero futuro. Sus ideales aún no los abandonaba, seguía arraigados a ellos y morirían a su lado. Pero, no es suficiente… Últimamente derramaba lágrimas por los rincones de doquier, donde no la visualizaran muchas miradas, aun así tenía fuerzas para disimular, ante la gente más querida que la rodeaba…
Asimismo, lo único que la consolaba era una deliciosa cerveza o un trago ardiente de mezcal, era su motivación más penetrante, en las últimas semanas… Sin embargo, Violeta era una alcohólica por naturaleza, no bebía por decepción únicamente, en sus épocas exitosas también degustaba el vino o la cebada con mucho orgullo… Así que eso de beber por depresión, es un vil pretexto… Aceptaba, que podía incrementar su consumo, pero de ahí a escudarse en “ese argumento” no era bienvenido en su lista de convicciones…
De repente, tocaron el vidrio en el asiento del copiloto que se encontraba, era su amiga que le ordenaba que se bajara, pues ya se hacía tarde para ir a comer… Era viernes y al otro día viajaría a la Ciudad de México, ya que se realizaría la Marcha del Orgullo LGBT+, no le emocionaba como le hubiera encantado tiempo atrás, pero se satisfacía al menos porque emprendería marcha a la capital y ahí podría despedirse de todo…
En la noche del viernes, cuando se despidió de su amiga Aurora la abrazó durante dos minutos y le susurró: ¡Te quiero mucho! ¡Acuérdate lo que hablamos cuando suponíamos nuestra muerte!, ella un poco sorprendida le respondió: ¡No me asustes!
¡Es broma! ¡Vete con cuidado!, respondió Violeta para alivianar la tensión de su comentario. Aurora, se subió a su auto y antes de arrancar observó a su camarada como se alejaba; recordó que en una de sus reuniones, ella pidió que si se moría quería que le rindieran honores a sus cenizas con rosarios si querían sus familiares, pero también con nueve días de fiesta, tomando cervezas, vino y caballitos de mezcal…. O lo que quisieran los presentes, pero solicitaba un festín…
Al día siguiente, Violeta ya se encontraba en camino a la ciudad capitalina, junto con dos amigos y un grupo de personas que se dirigían a la Marcha LGBT+, se sentía fresca y pacífica, en su bolsa llevaba su botella de mezcal, la cual a ratos bebía tragos profundos…
Al mediodía almorzó un pozole y una cerveza de litro y medio; después ella y los acompañantes empezaron a integrarse al desfile del Orgullo Gay, para visualizar a las personas que se caracterizarían de diferentes personajes y llenos de colores, asimismo la hilera de carros alegóricos con famosos y activistas que respaldan a la comunidad LGBT. Todo un show.
Violeta apoyaba fuertemente esas causas, pero no gritaba ni llevaba un outfit ad-hoc al evento, solo se paseaba observando a todos y todas y admiraba el entusiasmo de los asistentes a la marcha. Mientras veía el espectáculo de la edición #44, también se bebía sus mezcales, sus amigos emocionados vociferaban; por lo tanto, ella se alejaba y les hizo señas de que retornaría con ellos más tarde…
La chica fue hacia calles contrarias, se dirigió a la alameda para encaminarse al hotel y se metió al bar de allí; pidió 5 tequilas, preparados de distintas formas, disfrutaba sus copas, divagándose con escenarios totalmente opuestos a lo que vivía ahora, en esas fantasías era dichosa, al menos en esas situaciones… Durante tres horas estuvo en la barra, charlando a ratos con el mesero… A las siete de la noche, empezó a llover estrepitosamente; Violeta adoraba ese estado climático…. “Es la hora”, pensó…
Dejó unos billetes al mesero y se salió. Solo escuchó, a los lejos, que el mesero le preguntaba la razón de su partida, ya que la tormenta estaba en el top… Ella sonrió y avanzó rápido, primero fue a la habitación en la que se alojaba y tomó un bulto que dejó envuelto en las cobijas… Cuando se percató ya estaba en Bellas Artes, se veía hermosa la edificación y Violeta estaba empapada…
Decidió caminar hacia el Palacio Nacional, el cual estaba lleno de colores en representación de los derechos LGBT, ahí estaba perfecto para cometer el delito contra sí misma…. La gente avanzaba y corría por la lluvia, otros ya no se apuraban, se quedaban escuchando la música que retumbaba en la zona céntrica…
La literata ingenua suspiró, se tomó el último trago de mezcal, sacó una pistola Smith & Wesson. Nadie la veía. Lo pensó como un minuto. Otra vez repasó su alrededor, la buena vista y las gotas enormes que caían del cielo, seguido de esto se escuchó un estrepito ya no tan agradable. Los más cercanos se percataron de lo sucedido. Los más lejanos escucharon como un cohete combinado con los ruidos de la música, el tumulto y la tormenta. A los pocos segundos, la sangre de Violeta se derramaba cerca del Palacio Nacional y la lluvia la esparcía.
Grititos, patrullas, alborotos y más caos en la Ciudad de México irrumpieron a los pocos minutos de que Violeta se hubiera quitado la vida… En su mano sostenía la pistola y en la otra la botella de mezcal…