Por Brenda Trujillo
Quisiera ser aquel “Hombre del subsuelo”, así como lo dictamina Fedor Dostoyevski en su obra literaria. Quisiera demostrar, la repugnancia que, en constantes ocasiones, siento hacia el mundo y que, seguramente, todo hombre o mujer inteligente, ha llegado a experimentar en algún momento de su vida.
LA NEGACIÓN HUMANA Y SUS VARIACIONES
No se trata de odiar a la humanidad, sino de reconocer que, en algún instante, el ser humano puede sentir vileza y deprecio por su misma especie, al observar ciertos comportamientos de sus hermanos, al ver el poco alcance mental que poseen los individuos, pese a que somos seres pensantes.
El amor es una manifestación natural del humano y es irreversible, es una característica que lo destaca, semejante a esto, debería ser el desprecio, también podría ser una declaración esencial en las particularidades de la persona. De hecho, este sentir, fortalece e incentiva la seguridad. El detalle es que no siempre es aceptado tan fácilmente.
Por esa misma razón, es que uno necesitar estar solo, para reflexionar y estar alejado de la gente, así como por naturaleza buscamos las conexiones con otros, también es menester buscar la soledad. No es un estado permanente, pero sí indispensable, para el progreso humano.
En ese sentido, hay algunas personas, que no saben estar solas, les abruma esa condición. ¿Por qué? Cuando transcurren esos minutos, horas o días uno se descubre más, ahonda más en su ser, en su cuerpo, pensamiento y su verdadero YO. Es por lo que les da miedo a ciertos individuos esos momentos. No obstante, hay que enfrentarlos.
Para amarse verdaderamente, primordialmente hay que estudiarse y conocer lo despreciable del ser humano. Primero hay que despreciarse uno mismo, si es que se quiere poseer el derecho de despreciar a los demás. Es la misma lógica que en el amor. Para poder amar a otros, antes hay que amarse uno mismo.
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