Por Brenda Trujillo
La visita también se centra en el sentir, no solamente en el mirar y conocer. Se conoce sintiendo
San Miguel de Allende es un pueblo reconocido por muchos turistas, se encuentra aproximadamente a una hora y media, transportándose en automóvil o automóvil desde la ciudad principal; Guanajuato. El nombre de este territorio proviene de Fray Juan de San Miguel; en 1542 se fundó. En sus inicios, estaba carente, pero se convirtió en unos de los pueblecitos más demandados.
San Miguel de Allende es un lugar que llama mucho la atención de la gente y es muy concurrido. En las calles se visualizan visitantes de otros estados de la República Mexicana, pero en gran número también abundan norteamericanos y extranjeros de otros países. Es muy famoso por la arquitectura colonial de las pequeñas edificaciones, la estructura de sus aceras y la buena comida.
Estilo y percepciones
Uno de los lugares preponderantes es la “Parroquia de San Miguel Arcángel”, creada desde 1709 pero fue adoptando diversas apariencias. Actualmente, tiene un estilo gótico. Casi todos los excursionistas quieren tomarse una foto de recuerdo, a lado de esta construcción. Por su mismo prestigio, hay continuas celebraciones de bodas con un costo elevado; a pesar de ello, algunos novios ansían casarse en esa iglesia.
Se hace el comparativo con “La Sagrada Familia” de Antonio Gaudí, ubicada en la ciudad de Barcelona, España. Ésta tiene un estilo neogótico, es diferente; sin embargo, hay ciertas similitudes con la parroquia como lo garigoleado y la sensación de volumen al observar la congregación.
Debido a los habitantes y los turistas, el pueblo tiene una gran gama de restaurantes y espacios para comer; comúnmente las filas son largas para aguardar un sitio. En general, la comida está bien sazonada y de pronto, en ciertas esquinas, hay jóvenes que traen su botella o lata de cerveza, la cual se la toman tranquilamente por las manzanas.
Dicha comunidad tiene un concepto parecido al de otros países, predomina el hostal (hospedaje más económico con servicio propio como la cocina), y el hotel, el que existe en la mayor parte de las localidades. Normalmente, se instaura el primero cuando las ciudades son muy caras y para que los exploradores tengan más posibilidades de acudir.
Una mirada hacia el cielo
La visita también se centra en el sentir, no solamente en el mirar y conocer. Se conoce sintiendo. Hay comunidades, pueblos, estados o países que gustan más, hay otros que brindan una retrospección, una reflexión o una idea. Los pueblos es lo que generan; a diferencia de las ciudades; más sosiego y espiritualidad.
En caso de San Miguel de Allende, a causa de lo diminuta que es, sin obras ni casas muy altas, inculcan al poblador o caminante asomarse repentinamente al cielo, detectando los matices del mismo. Es un beneficio, pues la urbanización a veces lo impide. Ejemplificando: en la ciudad de Nueva York, los edificios son inmensos, de tal manera que no siempre se advierte el paso del sol, y si uno pretende mirar con detenimiento el estado del empíreo hay que realizar un esfuerzo corporal. No es imposible el experimento, pero no es el centro de atención en urbes como Nueva York porque en los alrededores hay demasiada distracción y bullicio.
Es agradable visitar una variación de lugares para poder discernir, y elegir qué es lo que el viajero prefiere. Se invita a arribar en “El Corazón de México” (San Miguel Allende), pero únicamente quedarse unos cuantos días, porqué después es conveniente brincar a la capital: Guanajuato, núcleo urbano que conserva historia, cultura, apreciación monumental y un ímpetu aventurero.