Por Brenda Trujillo
El cántico de los pájaros en el consultorio de la psicóloga le da un toque acogedor al espacio.
Esos momentos de reflexión ante la vida son tan particulares, inigualables, fugaces pero eficaces, pero a la vez tan existencialistas y envueltos de luces claras y oscuras. Todo ocurre en una misma habitación, estudio o estancia. La mañana y la noche. La tormenta y la dicha. La depuración y la reformación.
Hay algo que no había comprendido, pero las teorías en estos lares me hicieron despertar.
Todos somos luz y oscuridad, pero hay momentos específicos, en lo que nos inclinamos más hacia un lado. Si nosotros empezamos a manifestar oscuridad, exhortamos a los que nos rodean a que también reluzca esa parte.
Esto abarca desde actitudes negativas como egoísmo, falta de empatía, abuso hasta una acción de la que no creíamos que fuéramos capaces de ejecutar, inclusive puede aplicar para un pensamiento.
Las dos posiciones son un balance, indudablemente, es como el equilibrio entre el bien y el mal. Ambos son necesarios.
Pero hay que estar conscientes hacia que bando (luz o oscuridad), nos sentimos mas atraídos. Si una persona es mucha luz en casi todos los ámbitos de su vida, pero de repente, nosotros le hacemos relucir su lado oscuro. ¡Cuidado! Pues, es lo que estamos atrayendo. Podemos transmitir mucha luz, pero en el ejercicio proyectamos lo contrario.
En las acciones que no nos creíamos capaces de ejecutar, pero que nos percatamos en el instante, es donde debe surgir el aprendizaje y modificar esa actitud. Suena sencillo, pero siempre hay que formular la siguiente pregunta:
¿Queremos vivir el resto de nuestra vida de esta forma que nos hace sentir de un modo confort, pero a la vez tan abrumados?
Esto puede abarcar la desesperación, el estancamiento, los ciclos viciosos.
Todos los días corriendo en la vida es el mejor método para sobrevivir, pero no para vivir…
Por ejemplo:
La naturaleza es luz, es bella e imponente, pero si se le maltrata se vuelve feroz con nosotros, con los seremos humanos, quienes, en ocasiones, somos miserables, pese a que provenimos de ella.
Conclusión:
Debe morir la vieja versión de nosotros, aunque nos aferremos a ella, para poder renacer y trascender.