Los camaradas y su travesía por tierras marinas

 Por Brenda Trujillo

Carretera. Velocidad. Carcajadas. Ráfagas de aire fresco. 

Tres camaradas viajaban en una camioneta en los asientos traseros; se dirigían a Huatulco.

Holly charlaba con sus dos mejores amigos; Irán y Marisa. Se sentían con una adrenalina desbordante al saber que los 3 días siguientes andarían vagando por los mares, lanchas y calles calurosas.

Cada cierto tiempo solían hacer ese tipo de recorridos; Holly era la organizadora.

No era la primera vez que acudirían a la playa; solamente que no conocían los rincones huatulqueños. 

Irán y Marisa seguían el itinerario de Holly porque ella era la más aventurera y dejaban que decidiera el orden para recorrer los lugares. Le habían dado esa atribución, le gustaba asumir ese rol y era excelente para la tarea.

Faltaban unas cuantas horas para arribar al centro de Huatulco. Era la madrugada, algunos dormían, otros no tanto. Holly se mantenía despierta y trataba de que sus compañeros no durmieran, la escuchaban atentamente de que experiencia “extraordinaria” había ejecutado en la semana o de que atrevimiento realizó en su trabajo, parque o casa. 

Holly era como una caricatura admirable; al mismo tiempo, una líder; un poco impulsiva y con tendencia a omitir algunas reglas que obstaculizan sus metas. 

La chica observó los arboles oscuros, a través de la ventana, sacó su licorera, se las mostró a sus amigos y bebió un trago de tequila.

-¿Desean un trago?-. 

Irán, risueño y dudoso, dijo que sí.

Marissa no aceptó. 

Ellos, cuando miraban este tipo de actos, se sorprendían pero ya estaban acostumbrados.

Después de largas horas, arribaron a una de las playas, en dónde se instalaron para almorzar y beber. 

Por fin, ante la vista de Holly, Irán y Marissa se les presentaba el empíreo y abajo el azul oleaje del mar. Una divinidad. Un sosiego. Una alerta enigmática de la naturaleza. 

Se miraron y se adentraron en las navegaciones espectaculares.

Les encantaba nadar. Marisa era la que más sabía, pues manejaba la técnica de clavados. Holly sabía todas las clases de nado, pero aún le huía a aventarse desde lo alto. Irán sí se sumergía pero aún no se mantenía a flote al 100%.

Se encontraban en la Bahía de Tongalunda, de forma relajada los tres se adentraban en las aguas. Sin embargo, como era de esperarse, Holly siempre se alejaba más de lo permitido. Sabía mantenerse a flote, largo tiempo, empleaba la técnica de dorso y durante minutos observaba el cielo y se pronunciaba así misma: 

¡Por esto vale la pena vivir! 

Y se regodeaba de su fortuna al estar allí, en ese lugar, y con sus camaradas de años. Lo mismo hacía en Minessota, en el Camp Lincoln, donde estuvo un verano trabajando con los niños, en sus ratos libres nadaba en el lago que separaba el campamento de varones y mujeres y entonces, miraba las nubes grisáceas con tanto ahínco mientras recorría las profundidades del agua y sentía una especie de orgasmo. 

Ella era graciosa hasta cierto punto, a veces tropezaba entre las piedras o se acercaba a la gente de forma muy natural, sin prejuicios o inhibiciones y eso provocaba risas constantes de sus acompañantes.

Se acercaron entre los tres e Irán preguntó: 

-¿Mañana dónde pasaremos la noche mexicana?

-Hay que preguntarle a Ulises si tiene un plan trazado, él debe saber de exquisitos lugares, aunque me recomendaron uno que se llama “La papaya”.

Irán y Marisa rieron. 

Ulises era el agente de viajes que dirigía el recorrido de Huatulco, era amigo de Holly y les había sugerido que viajaran con dicha agencia y ya era el tercer destino al que acudían con él. 

-Una vez que arribemos al hotel, Ulises comentó que nos dejará en una Bahía cerca a Zipolite, entonces podemos ir allí.

Se quedaron mirando, dudosos, Irán y Marissa, pues sabían que se trataba de una playa nudista, asimismo ellos eran más reservados que Holly.

-Pero, pueden estar con su traje de baño, sin inconveniente. Solo pueden ver. La cuestión es ir. 

Con su poder de convencimiento, sus semejantes aceptaron. Sabían cómo pensaba Holly y la secundaban, no ejercían las mismas acciones, pero le admiraban de algún modo, siempre la denominaban como “especial y loca”. 

No es que fuera “magnífico” Zipolite como se lo imaginaba Holly, pero sí era para quitarse la curiosidad. Estuvieron dos horas allí; observaron graciosamente los cuerpos desnudos, mojados y despreocupados. Irán y Marissa, sobretodo, estaban muy risueños. 

Ardor. Calor. Relajamiento. Liberación. El tic tac del reloj no se medía, en aquellos instantes; simplemente transcurría con el deseo de que se prolongara. Los pensamientos tormentosos no cobraban sentido y, por ende, se sometían a un período de ausencia. 

En la noche…

En el tour nocturno, también se les unió otro amigo a los trotamundos. De hecho, compartirían habitación con él, serían cuatro. Fueron a cenar las típicas tlayudas. Decidieron comprar unos licores de agave y un vino para beberlo en la alberca del hotel y después, en la habitación. 

-Yo no había venido a Huatulco- declaró Irán.

-Yo tampoco- lo secundó Alán, el cuarto camarada.

-Yo vine con mi madre y hermano cuando era niña- contó Marisa. 

-Hace 5 años, igualmente, vine con mis tías o primas, pero aun no sabía nadar. ¿Les agrada el lugar?- intervino Holly.

-Mucho. ¡Me encantó la Bahía de Santa Cruz y la de Tongalunda! Zipolite me causó conflicto- opinó Irán.

-¿Porqué? Me parece buen concepto ese tipo de playas- le contestó inmediatamente Holly.

-Sí, lo entiendo. A mí me gusta ver… Sin embargo, me incomoda que me vean…

-¡Diantres! ¿Cómo es posible, Irán? Nos hemos instruido en el arte de la liberación corporal y sexual, durante estos años. Para ser precisa desde hace 10 años, cuando teníamos 14 y me ofendes con ese comentario.

-¡Tranquila, Holly! Pero, eso es entre nosotros y sabes que me he desinhibido bastante. No obstante, en multitudes ya es diferente. 

-Aun así, para lo que hemos platicado y vivido no debería ser así. Es natural la desnudez y está estigmatizada, pero su expresión es la base de la aceptación para nuestra emancipación…

-¡Holly ya! Estamos bebiendo tranquilos- interrumpió Alán- Te apoyamos, pero no empieces con tus discursos.

Marisa río. 

-¡Ya no les vuelvo a comentar absolutamente nada!- respondió Holly; aventó una almohada y suspiró muy furiosa. 

-¡Ya ven! ¡No te enojes! Es más, dame un abrazo- Alán se acercó y la rodeó con sus brazos- ¡Ya Holly! Mejor brindemos con un traguito. 

Holly se enderezó, respiró profundo, asintió y pronunció:

-Sé que respaldan mis temas, pero me apasiono. Acepto dejar el tema por el momento. 

Los cuatro bebieron unos sorbos de vino. 

-Por eso te amo, Holly- dijo Marisa y también la abrazó. 

La música de Dj Marlo resonaba en las paredes, no estruendosa, pero sí lo suficiente para sentirse extasiados en las minuciosidades del ambiente bochornoso y embriagante. Alán insinuó un trío o quizá un cuarteto, Holly lo fulminó con la mirada y le vociferó entre enojada y risueña:

-Tengo razón. ¿Ven? ¡Doble moral! 

-Es broma- río Alán. 

Sin embargo, no existía tal broma, pues entre Holly y él, anteriormente, tuvieron intimidad física. Inclusive, Irán terminó de formar el trío, hace algunos meses. Todos permanecieron en silencio; Alán y Holly se empezaron a besar. Marisa vio a su otro amigo con una sonrisa inmensa y con ojos de barbaridad. 

Marisa fue la primera que se durmió. Ya no alcanzó a vislumbrar las siguientes escenas. Irán era espectador, en un inicio, le gustaba ser vouyerista. Las caricias de Alán y Holly se orientaban al famoso epicentro voluptuoso, en el que ambos sometidos por los desvaríos del arrinconamiento de la libido, persiguen de manera rápida el fruto final. 

Una vez adquirido, Holly cae rendida y duerme como Eva. Solamente, escuchó vagamente como a los pocos minutos, a Alán le toca una segunda jornada con Irán. Sí percibe unos gemidos más intensos, debido a las embestidas más agresivas entre ellos dos…

Holly, despertó en plena madrugada, pero no está en el lecho con su amiga, ellas dos habían quedado que dormirían juntas. Se levantó, se puso ropas interiores y sacudió a Alán de la cama en la que le correspondía…. 

“¿Por qué se había dormido ahí? Seguro para disimular, una vez que tuvo sexo con Irán. ¡Qué tonto! ¡Lo voy a quitar de allí!”. 

Holly zarandeó a Alan, una y otra vez, hasta que logró su objetivo. Se metió a la cama, se echó las cobijas hasta que…… 

-¡Arriba! ¡Arriba!- ordenó Marisa. Ella estaba recién duchada y apurando a sus tres compañeros para que se alistaran y fueran por el desayuno que ofrecía el hospedaje. 

La enigmática protagonista sí la obedeció. De inmediato, se introdujo a la ducha para alivianarse. Los muchachos no despertaban y parecía no les importaba, los arrearon con el fin de que se arreglaran. Además, tenían unos rostros desganados y Alán, especialmente, se mostró alejado durante la mañana. 

En el barco en Mazunte…

Al mediodía, el cuarteto junto con el agente de viajes, Ulises, agarraron un recorrido por Mazunte… El barco iría por aguas marinas, durante tres horas, el cual incluía música y barra libre de bebidas alcohólicas, excepto cervezas, esas sí las vendían a 25 pesos, de forma independiente. 

“¡Híper baratas!”, pensó Holly. 

Alán e Irán permanecían cuasi callados. Únicamente seguían sus indicaciones hacia dónde dirigirse.

 Irán solía amanecer malhumorado, pero se entretenía posteriormente ante los alientos y risas de sus amigas.

Alán se comportaba distante con él, debido a que surgía el arrepentimiento típico de una noche de copas, pero también le aquejaba fallarle a su supuesta hombría; su necesidad de demostrarlo y no asociarlo con una experiencia sexual con otro hombre.

Las pequeñas o inmensas brisas de agua que azotaban en sus rostros deslumbraban el agobiante y fresco calor del barco.

Ese oleaje entre verde y azulado y su sonido voraz emocionaba el alma de Holly. Durante un rato, mientras avanzaba el transporte marítimo, Marissa y ella se pusieron en la punta del mismo.

A Holly le excitaba subirse al banco más cercano y simular que se arrojaría, le daba su toque particular actuando como la chica Ross del “Titanic”.

-Solo no te avientes-le emitía Marissa con carcajadas.

La intrépida le gustaba dar espectáculos, a veces con impulsos o mini obras que representaban una actuación, ya que sus comparsas le aplaudían.

Ese mareo de la bebida, el barco y el mar dominaba a los turistas. Danzantes por los caminos húmedos, se anteponía la naturaleza que transmite magnanimidad y respeto por sus horizontes y efectos del planeta.

Holly convenció a sus compañeros en el momento del movimiento tropical para que bailaran. El barco retumbó con música de Los Angeles Azules y del caballo de rodeo. Se armó la pista de baile.

Más tarde, ya se encontraban en el autobús de regreso hacia el hotel; se prepararían para la famosa noche mexicana.
Era la primera vez que los cuatro, en una fecha festiva, viajaban juntos para celebrarla, pues siempre habían permanecido con sus respectivas familia.

Noche tricolor en Huatulco…

Como lo había propuesto Holly, acudieron a La Papaya. También fue Ulises, acompañado de algunos amigos que iban en el mismo tour. Alán se quedó encerrado en la habitación del hotel, no quería salir.

“Seguro está en crisis por su debate de su noche pasional con otro hombre”, pensó Holly y los enterados respaldaban la idea.

La estancia fiestera duró unas 3 horas, aunque había mariachis y un relajo cordial en el antro-bar, le faltaba más reventón. Aún así lo que adoraban más, era que estaban unidos…

A las 3 de la mañana decidieron salirse, pero no querían regresar aún al hotel, así que emprendieron trayecto hacia las orillas del mar. Caminaron un rato por allí y platicaron los 4: Holly, Irán, Marisa y Ulises. Abordaron anécdotas nocturnas de sus aventuras personales y sexuales.

Casi al amanecer retornaron a sus cuartos…

Al día siguiente… el viaje llegaba a su fin…

Ante las prisas que surgen en el último día de recorrido, Holly y Marissa solo pudieron darse un chapuzón en la alberca de unos minutos, desayunaron ? ahí mismo y comenzarían el viaje de regreso a CDMX, su lugar de origen .

Holly, repentinamente, cuando ya iba a finalizar el itinerario se ponía malhumorada y Marissa lo sabía.

-Cuando te pones así, te retiro la palabra un rato. Ya te conozco, así te ocurre en ciertos momentos cuando salimos lejos-.

Holly no respondió, pero le dio risa el comentario, pues su amiga ya había vislumbrado esos cambios de humor en ella.

En el camino, algunas horas fueron silenciosos y dormidos.

Holly estuvo mirando el paisaje de montes, durante una hora, mientras divagaba, en ocasiones tenía pensamientos tristes y abstractos, pero a la vez sabía que era otro viaje crucial con sus camaradas.
No era el primero que efectuaban, ni tampoco sería el último, ella siempre veía los destinos o los Tours, en este caso liderado por la agencia de Ulises y únicamente le mandaban el importe y dejaban que Holly se encargara.

Todos iban escuchando “Vivir mi vida” de Marc Anthony, se veían los pastizales y hectáreas de la carretera.

Otro respiro. Un día más, un día menos; con delirante provecho sus vivencias se recolectaban en la memoria de cada uno de sus corazones.

No sabían plenamente que ocurriría con su camaradería, ya llevaban diez años en esa hermandad. Habían superado varios líos…
¿Los seguirían superando?
¡Quizá!
Y les aguardaban más viajes y de todo tipo, pero también les esperaban más sorpresas, tal vez de su amiga Holly, pero ni ella misma lo sabía.

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