Por Beatriz García
Mi abuelo me contaba que por las noches en las haciendas era muy peligroso salir de noche.
Debido a la presencia de bolas de fuego, que no eran otra cosa que brujas en búsqueda de la sangre fresca de algún bebé. Pero hay una historia peculiar, que cuenta un hombre rico, quien sospechaba de su esposa, pues casi no comía, por las noches la miraba muy inquieta, siempre pidiendo que la dejara visitar a su madre, quién vivía en un poblado vecino.
Una tarde. el apuesto esposo aceptó. pero le dijo que la acompañaría uno de sus criados para que la cuidara y la trajera de regreso, sólo que este llevaba también la encomienda de vigilar todos sus pasos.
Cuando llegaron a su destino la bella joven de inmediato le pidió de comer a su mamá, entraron a la cocina y de un raro caldero le sirvió un extraño caldo de vísceras, y al criado se le sirvió comida normal..
Por la madrugada, el criado fingió sonoros ronquidos para hacer pensar a las mujeres que ya estaba formidable, fue entonces que las dos mujeres entraron a la cocina y cerraron la puerta, esto hizo que el criado se acercara a la puerta y desde un hueco observo y comprobó lo que se rumoraba, que las dos mujeres eran discípulas del demonio, las cuales se quitaron los zapatos y sus pies se transformaron en una especie de patas de guajolote.
Se quitaron los ojos y los suplieron por unos de gato, tomaron dos escobas y salieron volando por una ventana para después perderse en el cielo como dos bolas de fuego.
El criado entro rápidamente a la cocina y busco entre frascos los extraños ojos de las brujas pero sólo encontró un par, los tomó y los arrojó al fuego, pero en ese momento unas carcajadas en el cielo anunciaron el regreso de las brujas, de inmediato se regresó a su cama y fingió seguir durmiendo.
Las brujas buscaron sus ojos pero sólo encontraron un par los más viejos y feos, los de la madre de la joven..
– Ahora que haré sin mis ojos… gritó la joven.
– La madre le contestó… ya te buscaré unos y con la ayuda de nuestro amo te dará una nueva vista, por lo mientras te vendaré la cabeza, hasta tus ojos para que nadie sospeche, diremos que estas enferma.
A su regreso, el criado rápidamente le contó todo a su patrón, quien fue en busca de su esposa.
Este se acercó y le pregunto de qué estaba enferma, la mujer nerviosa inventó mil excusas para evitar que su esposo se le acercara, pero este se aproximó y de un manotazo le quitó el vendaje, dejando al descubierto su rostro, con un par de cuencas vacías, al confirmar lo horrible de sus sospechas la llevó con las autoridades.
Esta fue acusada de brujería y de haber dado muerte a una gran cantidad de bebés que habían amanecido muertos y sin sangre, el pueblo enardecido la amarró en un árbol y después la quemó con leña verde. Otros tantos fueron a buscar a su madre pero ya no estaba, nunca volvió a verse..
Pero a su vez ya no hubo más bebés muertos en aquellos rumbos.