Por Brenda Trujillo
Se aproxima la gran festividad del Día de Muertos. La cultura mexicana rendirá tributo y honor a todos aquellos que dejaron esta tierra.
La muerte. ¡Qué palabra tan curiosa! Es tan “normal”, parte del ciclo de la vida y de la naturaleza, pero cuando ocurre en nuestro entorno es insólita, difícil de asimilar y trágica.
Cuando nos pasa a nosotros, ya no sentimos.
Los Ángeles de verano
Ellos se fueron: Nata y Nato,
Abuelos eternos y tiernos,
El escenario quedó atónito,
La familia rompió en llanto.
Su servidora ruda, la nieta,
Se sintió dentro de un relato,
La dulce y magnánima Nata,
El fuerte y carismático Nato,
Partieron con mucha revuelta,
Ella se enfermó; él de un infarto.
La tragedia de nuestro cuento,
El despecho por su deceso,
El perfecto réquiem y su cántico,
Su recuerdo amoroso.
Nata se fue hace seis años,
Nato se fue hace una década,
Una huella en nuestros caminos,
Junto con su alma amada.
Hay quienes no lloramos,
Pero siempre recordamos,
Pensamos y divagamos,
A través de ellos creamos.
Es una aflicción más profunda,
Ellos trascendieron con su historia,
Una gran lección por su caída,
Al infinito, en nuestra memoria.
Este es un episodio para dos abuelos que partieron en distintos tiempos. Cuentos, historias y versos como éstos se escriben mucho en época de muertos.
Cada dolor de la familia, los amores camaradas y conocidos es comprensible e irreparable.