Por Brenda Trujillo
“Los humanos quieren ir al cielo al morir… Pero que tentador es el infierno…”
¿Qué vale más? ¿Una vida larga y tranquila o una existencia desbordante de emociones, pero corta?
¡Gran dilema! Todos los humanos quieren disfrutar plenamente. Hay algunos que su precepto es vivir ilimitadamente, pues no saben si podrán morir mañana ¿Entonces? ¿Qué más da?, se plantean esas preguntas detrás de sus actitudes. Pero, otros, prefieren ser más conscientes y ser más precavidos ante su futuro.
De alguna forma, los hombres y mujeres pasan por las dos etapas, la juventud se caracteriza por vivir más libremente, pero debe existir un límite. A veces no se visualiza a tiempo, en otros casos cuando se está a punto de caer por la borda. La virtud consiste en saber cuando detenerse, es como cuando apuestas, ganaste y no debes volver a apostar, sino lo pierdes todo. Es decir, no emocionarte con el primer triunfo, porque pueden no ser continuos.
El filósofo griego, Epicuro de Samos, fue el primero en establecer el concepto del Hedonismo, el cual indica que los seres humanos y los animales buscan el placer y evitan el dolor, determinando lo placentero como bueno y lo doloroso como malo. Por eso, se enuncia que el placer es el principio y fin del vivir feliz. Se ha reconocido como bien primero y connatural, y a partir de ello se hace cualquier elección o rechazo.
Todos buscan placer, pero los hedonistas lo buscan siempre. No quieren sufrir. Nadie desea padecer. No obstante, es un bien necesario para mantener el equilibrio de las sensaciones humanas y para aprender las situaciones complejas de los entornos sociales y mundiales. El detalle con el hedonista es que ante el rechazo de sentir dolor; persiguen al placer frecuentemente y esa misma acción lo puede conducir al desastre, hasta llegar al borde del precipicio…
Esa adrenalina de buscar la aventura continuamente y de enfrentarse a los límites, aplica para diversos ámbitos, desde las pasiones, los desamores, el sexo, las parafilias, los fetiches, los vicios como el alcohol o las drogas, las relaciones enfermizas y de ciclos interminables, hasta el manejo inadecuado de las finanzas, el abuso de autoridad por tener un cargo “importante” y lo más fatal cuando se ejerce el delito o la criminalidad.
Así que, sí hay que ser una alma aventurera y liberal, no amargada, no retrograda, no doble moral. Pero tener conocimiento del límite es primordial, ya que en ocasiones ni uno mismo es consciente del tope. Hasta que hay alguna consecuencia “grave” es como uno se entera. ¡Diantres!
El espíritu del placer es algo hermoso y alocado, empero no siempre hay que fiarse de él, a veces es entregable; sin embargo, también traicionero. ¡Cuidado! Por ende, si falta liberarlo aun más por toda la energía que conlleva un aventurero, entonces la opción son las artes, los medios de expresión que permiten crear, imaginar o protagonizar todo tipo de personajes, situaciones e historias en el universo del cine, teatro o libros.
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