Por Brenda Trujillo
Casi 26, casi 27…
Infinidad. La tormenta se avecina. Es julio. La tempestad en el cielo y en las almas jóvenes pueden hacer conjunción y explotar el mismo día. Después de los 25 años, comienza la edad en que la sociedad demanda una respuesta de la propia existencia o así lo parece. Es el momento en el que se puede florecer o bien, desflorecer.
¡Diantres! Nadie dijo que el respirar cotidianamente fuera fácil y es una virtud que no lo sea. A los humanos les encanta lo complejo, en cierta medida, aunque a veces en lo que deberían aplicar la dificultad no lo hacen y viceversa. Buscan los caminos accesibles en lo incorrecto.
Sin embargo, la bienaventurada vida nos acecha de vez en cuando. Se soporta el suplicio, mucho o poco, por aquel disfrute, fugaz en el tiempo, pero duradero en la mente. Se acepta lo monótono por aquel abrazo de un ser amado, por el entretenimiento del arte como lo son estas letras, por la delicia de un trago o de un bocado, por la visita a un territorio desconocido o por la entrega y sonrisa de un amigo, entre otras exquisiteces.
Adoro las relaciones a largo plazo, las que te dan fuerza, las que disminuyen la opresión de los males y del estrés, las que te brindan calidez sin ningún tipo de condición. El reloj es perverso y nunca se detiene. Hoy dedico estas reflexiones y afectos a dos de mis mejores camaradas, a quienes conozco desde hace más de 13 años, la mitad de mi vida.
Ellos han permanecido con su servidora; en la debilidad, locura y éxtasis. Celebro en este mes sus cumpleaños, número vigésimo sexto, el cual merece más que un festejo y una simple felicitación. En estos últimos meses han estado fructíferamente a mi lado, agradezco su incondicional compañía y su eterna disposición para vivir una aventura más.
Para mis queridos Toca y Tom
Con amor Brenda Serrano Trujillo