Por Brenda Trujillo
El hombre estaba sentado en su silla móvil como todas las tardes. Tenía los ojos cerrados, mientras soñaba, pero también escuchaba las voces de su entorno, la de su querida esposa como regañaba a su hija y esta última refunfuñando en la cocina. Él sonrió para sí y pensaba como las mujeres se complican a veces la vida, por eso mismo decidió darle continuidad a su sueño…
Se encontraba en una palapa flotante, él estaba sentado junto a una señora, a quien no reconocía, pero se mostraba muy amigable, no había paredes, más bien, eran nubes grisáceas y alrededor se hallaban más palapas. Todas eran de madera, pero muy bonitas y resistentes. Se percató que en el ambiente reinaba paz, su piel estaba muy blanda y al sentirse el corazón, parecía que no latía… ¡Qué extraño!
La señora lo tomó de la mano y le sonrió, sabía que la conocía, pero no recordaba bien, ya la había visto anteriormente… Pero… ¿En dónde? Se dejo guiar por ella, pues lo condujo al jardín de un palacio, donde se multiplicaban los árboles. Le dio la impresión de que, una vez entrando allí, ya no sería posible salir, pero trató de calmarse.
La mujer le susurró al oído: ¡Soy tu tocaya! ¡Natalia! Él se impresionó al escuchar el nombre y le pregunto: ¿Qué hacemos aquí, Nati?
Él la abrazó y la sintió helada, igual que su propio cuerpo. Pero, de alguna forma, le reconfortó su cariño.
Natalia le respondió: El primer día que llegues aquí, no desesperes, yo te haré compañía después de cuatro años… Pero, no olvides este jardín. ¿Observas aquel árbol? Ahí nos veremos….
Él endureció su mirada, se inmutó y solo vio como ella se alejaba, cuando él quiso seguir preguntando, ya estaba escuchando nuevamente la voz de su esposa. ¡No para de hablar! Pensó inconscientemente el abuelito…
¡Qué sueño tan raro! Pero ¿Qué habrá significado? Parecía que yo moría… Sin embargo, descartando esa idea con tan solo pensarlo, se incorporó y salió de la casa para ir a dar una vuelta en su camioneta roja… Se acordó de la mujer de su sueño… ¡Sí! ¡Ya sabía quien era! Estuvo fantasioso y aterrador, en algún momento, se le cruzó por la mente, que ese escenario podría ser una señal de lo que podría pasar en los siguientes días; empero trató de negárselo, pues él aún quería vivir mucho tiempo… Y estaba fuerte y sano… ¡Claro que sí!
Era un lunes de junio por la tarde, para variar llovía, se sentía muy tranquilo, se fue a platicar con unos amigos durante la noche y acordó hacer unos trabajos de carpintería durante la semana. Empezó a reflexionar sobre su pasado, recordó cuando estaba en la cárcel y todos los estragos que padecieron él y su familia, pero al final salió en libertad, pues su encierro fue injusto. De sus hijas, las amaba, no de todas estaba satisfecho con su vida, únicamente sabía que él pudo dar todo lo que estuvo a su alcance…
Al fin y al cabo, el ser humano es un eterno inconforme, no podía ser todo como él quisiera… Sentía que le faltaba hacer algo en su vida, en aquel instante, pero ya no era el mismo de antes, no le era posible moverse a su antojo… y luego estaba el tema de la esposa y las hijas que lo vigilaban, a cada rato…. No obstante, se consoló con el pensamiento, de que todas sus mujeres lo aman mucho y por eso lo cuidan excesivamente…
Al siguiente día, ya no quiso seguir reflexionando y menos lo que había soñado, la verdad es que le daba miedo, así que se ordenó así mismo realizar una serie de actividades para mantenerse ocupado…
Los siguientes días estuvo concentrado en su trabajo y en las minuciosidades que conlleva la carpintería, hasta que llegó el jueves, esa mañana ya estaba bastante cansado, pues se había explotado bastante, pero él sabía y sentía que aguantaba…
Él resistía, siempre lo hizo, desde que era joven, adulto y ahora mayor de edad, tenía jornadas laborales exhaustivas, en las que él se ponía a prueba. Si su esposa e hijas le admiraban, era una de las principales razones, por ser un gran trabajador…
Más tarde, alrededor de las 9 de la noche, fue a recoger a su nieta con la compañía de su hija, no pudo decirles que no, pues la lluvia estaba a cántaros, además de que lo hacía con gusto. Sin embargo, percibía que los ojos se le cerraban por el cansancio, ya casi no pensaba, solo quería dormir.
Se despidió de ellas, al dejarlas en su casa les dirigió una sonrisa que denotaba nostalgia y alzo la mano para decirles adiós, hasta mañana, hasta nunca, quizá… Ofusco la idea y arrancó para su hogar, que estaba a pocas calles…
Las actividades posteriores las realizó como un autómata, iba a cenar, se sentó en el sillón y veía la tele, finalmente se levantó y fue a la cocina, donde sintió que se cayó y un golpe duro en la cabeza… Después, nada…. Todo negro… Sin embargo, largo rato, estuvo escuchando barullo, mientras él soñaba… Volvía aquel sueño de hace 3 días… Lo que su mente evocó el lunes…
Ya no estaba la señora. Él estaba otra vez en la palapa. Siguió el camino que le enseñó la abuelita, estaba largo, era un sendero rojizo y con césped, la vez pasada no sintió la lejanía, ahora sí… Aún no razonaba lo que estaba sucediendo, se había caído, pero ¿Qué más? ¿Por qué volvió allí?
De repente, escuchaba gritos a los lejos y se dio cuenta que ya no era posible regresar… Eran ellas… Sus hijas, su esposa, nietas… Pero él, ya no sentía nada de dolor, se acongojaba por lo que oía… Continúo por el sendero…
Hasta que llegó al palacio, al sumergirse en el jardín se sintió muy solo, aunque reconfortante y con paz, porque ya no volvería a la Tierra… Había llegado su momento y en el fondo ya lo sabía, desde hace algunas semanas, el sueño se lo confirmó y esa señora…. Natalia… ¡Ella es la que sigue! Me lo dijo, dentro de 4 años vendrá hacerme compañía… Aún falta… Tal vez vengan otros familiares antes que ella… Quien sabe….
¿Cómo se medirá el tiempo acá? Mientras el viejito realizaba dichas divagaciones, también escuchaba los lloriqueos de sus mujeres… ¡Como lo sentía! Pero él ya no estaba ahí… ni lo estaría… Se resignó a ignorarlas y se adentró más en la especie de bosque que habitaba dentro del palacio… Muchos elementos gráficos llamaban su atención… Entre más se introducía, más lejanos eran los lamentos de los vivos… De un momento a otro, se fueron apagando…