La despedida vehemente; el laberinto infernal

Por Brenda Trujillo

Para todos mis seres queridos:

Sofocada por los desvaríos y líos en los que me he metido, me entrego al misterioso sueño eterno. Nunca había conocido la desesperación exacerbada que puede provocar la culpa o los efectos, a largo plazo, del camino de los placeres intensos, pero efímeros. Por ende, su búsqueda se vuelve más constante y parece interminable.
Siempre he sido apasionada a mis convicciones, he liderado, terrenos de arte; literatura y locura. Me ha encantado el reventón y el trago, pero sobrepasado las vallas de lo estimado como “normal”.

Soy una errante, aventurera y viajera. No obstante, todas mis virtudes las he explotado negativamente, me encuentro arrastrada por el desfogue potente del alcohol.


Me repito, una y otra vez:


¿Cómo arribé a este grado de desdicha, ruina y de vivir al límite?


Sí sé la razón, pero aún me parece increíble. Soy responsable de las consecuencias graduales de mis decisiones infernales y exquisitas, al mismo tiempo. Soy responsable de la pérdida de mis recursos, imagen y oportunidades.


A mi obra literaria le podría denominar:
1.- “Crónica de una bancarrota anunciada”.
2.- “Crónica de un fracaso anunciado”.


Haciendo alusión a la manera en la que se dan los hechos en “Crónica de una muerte anunciada”, de Gabriel García Márquez.


Al borde de las circunstancias, elijo como adentrarme en las quimeras perpetuas.


Lo que más lamento, en lo más profundo de mi corazón, es que algunos de mis seres queridos los dejaré con problemas, a causa de mi ausencia. Es un acto de cobardía no enfrentarlos posiblemente. Empero, me he rebasado a mi misma.


Nunca me creí como estoy ahora y uno de los argumentos de mi derrota, es que no quise aceptarla cuando apenas comenzaba; mi ego, orgullo y vicio me sobrepaso y actué sin medición.


He rebasado códigos sociales importantes, quizá porque no los comprendí en su totalidad. Sé que son importantes, pero en mi imaginación he erradicado esas clasificaciones y yo quiero mucho a mis amigos, amores y familia. Sin embargo, mis realidades y perspectivas a veces son muy distintas.


Mi semiótica es extraña y es la que también me ha condenado a la ruina. La sociedad no está preparada para cierta clase de cosas, así como lo enuncié en uno de mis cortometrajes. Asimismo, la sociedad no me merece, y yo no merezco a esta sociedad.

Me convertí en la literata estancada y en el Rodia, Raskólnikov (del libro de Crimen y Castigo de Fedor Dostoyevski) que también fracasó en el intento de ser extraordinario, solamente que él sí se reivindica al final y yo no. Yo elijo mi reivindicación en territorios desconocidos.

Observo el cielo,
Elijo no vivir,
No es un escándalo,

Es mi único elixir.

En la tierra ya no hay remedio,
En otro mundo me reivindicaré,
Tendré otra historia, un nuevo episodio,
Pero de aquí me marcharé.

Con adoración les mando estas palabras. Y como la canción de Edith Piaff, Je ne regrette ríen, (Yo no me arrepiento de nada), es decir sí estoy muy arrepentida pero al tomar dicha decisión entonces ya no y adquiero fuerza.

Atentamente
Úrsula

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