Demonios nocturnos y eróticos

Era de noche. Sonia estaba en la calle, a lo largo había una gran avenida solitaria, no pasaban coches ni personas. El asfalto estaba alumbrado por unas luces de carretera, Sonia se acercó a ellas, cuando sus ojos hicieron contacto directo, su cuerpo se tambaleó y se cayó. Tirada, se oponía a levantarse y observaba el cielo nocturno y estrellado, su cabeza le daba vueltas… Podría asegurar que estaba embriagada de tequila y mezcal, aún sentía el sabor, su estómago había llegado al límite y su garganta retenía el líquido inevitable generado por el exceso de bebida, pero a su boca no le placía desecharlo.

La vista de Sonia se empezaba a ofuscar… Ya no veía estrellas, se le aparecían caricaturas descabezadas y sonrientes. Dos de ellas eran ovaladas, con cuatro patas pero permanecían en posición vertical proclamando la venida de su espectadora, le gritaban: ¡Eu, eu, súbete, ven con nosotros!, y en la pata izquierda superior traían una flecha negra y bien formada, parecida a la del audaz y prototípico Cupido… ¡Caray! ¡No vislumbro bien! ¡Creo que me dará migraña! ¡Oh no! En seguida, me tomaré la pastilla… Pero, prefiero beber otro caballito de tequila, ya lo creo que sí… ¿De dónde lo sacó? ¡Me he quedado sin una gota!…. La desdichada murmuraba para sí, frases y deseos que ni ella  entendía, mientras tanto gateaba por el asfalto, como un perro mendigante o un gato huidizo y apresurado por hallar a su diminuta presa… ¡Váyanse, váyanse!… decía atolondrada a las figuras que habían sumergido del firmamento. Le daban pánico sus arcadas, ya no pudo más, y descargó las porquerías que tenía reprimidas en su garganta. Se quedó paralizada junto a su vómito… ¡Soy un cuchitril, un miserable animal que anda despidiendo sus necesidades en la vil calle! No sabía cómo reaccionar ante la textura y hedor de sus propios residuos, desde que conoció las manifestaciones naturales del cuerpo se sentía desgraciada por algunas de ellas, por ejemplo esta es la que más odiaba. ¡Paradoja detestable! ¡Las prácticas y glotonerías que más amaba son las que más la embrutecían con sus abominables consecuencias!

Se puso boca abajo y sus labios sintieron la dureza del suelo… Después de todo, ya no le importaba, no sabía cuántas personas habían pasado por allí con la suela de sus zapatos infestados de miles de contaminantes y basuras que producían un sinfín de partículas infectadas… Estaba derrotada… ¡Aún puedo luchar, vamos levántate!… ¡No!… ¡Ya no tiene sentido!… Sintió que una mano la tocaba por el hombro, ella se volteó y se topó con un sujeto desconocido… ¿O le conocía?… ¡Sonia!… Fue lo único que pronunció, ya que al instante se agachó y se recostó junto a ella. Es lo que había querido desde hace siglos. Ella se desnudó y él sólo de la cintura para abajo…. ¡Frótame tu miembro, ya no aguan… to!. Sonia ya no estaba enterada de las propias palabras que articulaba, estaba entregada a los desdenes de su ímpetu. Una embestida, tras otra, eso es lo que podía percibir, a cada arremetida los dos cuerpos se movían medio metro y la espalda de Sonia se veía asediada de rasguños generados por el pavimento. No gritaba, ni gemía, en los más hondo de su ser la acometía el repunte, la dominaba una vibración desde sus rodillas hasta el torso, y ponía expresión ruda frente a la cara misteriosa que la miraba. De sus pechos resbalaban lágrimas negras, la suciedad se esparcía por todas las zonas corpóreas de la brutal mujer.

En los pectorales del hombre creyó ver a un demonio, que mostraba sus dos cuernos, la piel adquiría un tono rojo y agrietado, el falo se transformaba en la empuñadura de un cuchillo fino y alargado, y veía que en su mano también sostenía otro idéntico. Sonia tenía miedo, pero a su vez, una emoción la embargaba, y se preparaba para lo que creía que vendría…Se quedó inmóvil, no reclamó ni se dispuso a salir corriendo… El individuo la miró con burla, sus ojos parecían dos llamas vivientes listas para asesinarla, pero esa impresión bien pudo no pasar desapercibida para Sonia e incluso los dos a sabiendas de la posible trama continuaron su encomienda. Antes de cualquier acción, la mujer profirió alaridos de gusto, su flor disparaba principios de clímax, ella por sí sola se removía en su lugar. El hombre ya no la tocaba, hasta que con las armas ya mencionadas, se dirigió a su vientre y le hizo una pequeña rajada con el cuchillo que portaba en la mano. Le hizo un triángulo, del cual empezaron a brotar delgadas líneas de sangre. Sonia abrió la boca y se sintió sometida a un nuevo placer; sus brazos y caderas se convulsionaban de locura. El sujeto reía.

Por último, aguardando este momento, almas enfermas y agonizantes, el falo que ya no lo era penetró en las aguas profundas de Sonia; las partes de la muchacha se congelaron, y se sumieron en otro delirio, parecía que el desenlace llegaba, aquél fructífero instante en el que fluyen las ondas magnéticas del deseo. No obstante, la oleada placentera estaba acompañada de una sensación más compacta y lastimosa; los frutos estaban inundados de sangre y los vientres estaban desgarrados por la fuerza de los filos y manijas de los cuchillos… Aún hilaba alguna idea, un pensamiento, un sentimiento, una sensación… ¡Un chorro de sangre la invadía! ¡Lo sentía, se daba cuenta pero no podía verlo para comprobarlo, sólo sabía que era verdad! El hombre estaba encima de ella, completamente duro e inmóvil… ¿estaba muerto? ¡El endemoniado placer se había extinguido! ¿Dónde estaba? ¡Ni siquiera podía sentir la herida, sólo sabía que la tenía y que no podía hacer nada! ¡Torrente interminable! ¡Dios mío! Sentía que su cabeza estallaría en cualquier segundo o minuto, nadie se percataría, y ella junto con el cuchillo enterrado que atravesaba su parte más recóndita, su centro de placer, su sitio más amado y atesorado, por el que ha vivido sufriendo día tras día, por las desgracias que le ha producido… ¡No! ¡Estaba derrotada! Soltó un chillido que retumbó terriblemente en sus propios oídos…

¡Cómo le había gustado que la agujeraran de ese modo! ¿Tendría esa abertura para siempre o qué pasaba? No podía evitar sentir una ráfaga de triunfo. Por fin, pudo experimentar su deseo secreto… ¿Pero por qué no estaba muerta, o estaba en proceso o ya lo estaba?… ¡No podía definir exactamente lo que sentía! Adoraba la carne. Apretó con más fuerza al hombre que permanecía encima de ella, aplastó el trasero del susodicho hasta sentir cierta jugosidad. Había trepado las montañas de lo prohibido, cada desmoronamiento que recibió fue el fuego de su ardid. Cuando la empuñadura se sumergió en las entrañas de Sonia tenía la certeza de la revolución que se efectuaba en sus órganos, de un destrozo bondadoso, así lo denominaba ella.

Repentinamente, llovía agua negra a torrentes, no se veía ninguna coladera a la vista, y el nivel del agua se tornaba en dos metros de altura. Los dos cuerpos flotaban por sí solos, pero Sonia se desesperó por qué no se podía deshacer de la carga que tenía prensada. Las manos del muerto se aferraban a su cuello. Otro personaje que nadaba se dirigía a ella, pero este sí le produjo un pavor enorme, ya que sus ademanes se vislumbraban maliciosos. ¡Prefiero ahogarme a enfrentarme a él! Pensó desquiciada… ¡Ahí viene! ¡Y ya sé que me va a decir! ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero!

En eso despertó, aterrada y sudorosa, en medio de la quietud de la noche.

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