El choque ideológico y social entre la cultura estadounidense y la mexicana

Por Brenda Trujillo

Por Brenda Trujillo

Este tema se ha elegido a partir de una experiencia, se acudió a Estados Unidos por diversas razones, que al final, fueron benéficas en aspectos inesperados. Por ejemplo, al irrumpir en el territorio estadounidense todos los acontecimientos fueron vistos con un ojo crítico y observador, tal vez sin ninguna intención primordial como lo es ahora, pero indirectamente se recibió mucha información que puede ser analizada, después de haber permanecido allí durante dos meses.

Incluso, desde el comienzo de la estancia, se percibía que el permanecer allí sería perfecto para futuras acciones, aunque en el momento se tuvieran que enfrentar una serie de sucesos duros y barreras entre las diferente culturas, no sólo la estadounidense, sino las personas que eran de otros lugares (europeos) y se vislumbraba la diferencia entre europeos, norteamericanos y mexicanos estando en territorio estadounidense.

El principal lugar de observación fue el Camp Lincoln Lake Hubert ubicado en Minneapolis, Minnesota,  Estados Unidos. Después, todos los filtros que se tuvieron que pasar allí (aeropuerto, escala en Houston, Nueva York, lugares turísticos y calles norteamericanas). Hay una gran demanda comercial en dicho país, pero es menester inmiscuirse en una perspectiva afectiva, intelectual y analítica hacia las personas externas acerca del gran impacto económico, social, político, cultural y demográfico entre los norteamericanos y mexicanos.

¿Por qué los mexicanos tienen tanto deseo de acudir a Estados Unidos? Estos programas del campamento que se ofertan son oportunidades para todos los jóvenes estudiantes, estos ansían pisar territorio estadounidense para ganar dinero, experiencia y el regocijo de viajar a otro país. ¡La primera gran potencia mundial! ¿Quién no acudiría? ¿Cómo perderse esa magnífica oportunidad? Es sorprendente como los jóvenes europeos también tienen en gran estima al país.

Un día, cuando me dirigía hacia unos contenedores de basura para desechar los residuos de la cocina, el lugar donde trabajaba, me acompañaba un joven de Eslovaquia. Su nivel socioeconómico era medio; sin embargo, cuando compartíamos nuestros sentimientos respecto a nuestra estancia en aquel campamento, él me dijo que uno de sus mayores anhelos era viajar a Estados Unidos,  y que la única manera de que le otorgaran la visa siendo un joven era acudiendo a trabajar al campamento. No se sentía a gusto con la exigencia y explotación de la jornada larga de trabajo en la cocina, pero como al término del contrato de trabajo se tiene un mes como plazo para viajar, entonces él estaba aguardando ese momento. Sólo por esa razón era capaz de soportar todos los desdenes de la injusticia laboral dentro del campamento, y de traspasar todos los obstáculos que se le presentaron para llegar a los Estados Unidos. Era un deleite conocer las grandes ciudades, Nueva York, Las Vegas, Chicago, Los Ángeles. Son ciudades capitalistas que están gobernadas por lugares muy estéticos, donde puede haber mucha riqueza, pero también mucha pobreza en ciertas partes, adaptadas a nuevos estilos de vida, el ritmo del trabajo, de los relojes, del transporte y  de las calles. La vida es una premura.  Es un factor que ocurre en todo el mundo, hay las mismas horas y días en el año, pero en estas capitales es más notorio, debido a la saturación de personas, de consumismo y de la representación mundial que implica el país de Estados Unidos.

Al escuchar estas palabras del compañero de Eslovaquia me hicieron reflexionar, ya que muchos europeos, predominaban de Eslovaquia y Hungría, se encontraban allí por razones parecidas. Los europeos con el propósito de viajar, y los mexicanos con el deseo de cambiar los dólares por pesos mexicanos, los cuales aumentan considerablemente. Respecto a los compañeros europeos, me causaba más curiosidad, ya que  Europa también es un país del primer mundo y hay ciudades muy lujosas y bellas.

Las emociones están ligadas al análisis y al viaje, es una verdad que se debe ser objetivo cuando se desarrolla; sin embargo, muchos omiten el toque emocional en sus temas de investigación. No obstante, es un factor que interviene, esté reflejado o no en la escritura.

Existe una negociación de culturas. Es un acuerdo entre norteamericanos y latinos para trabajar juntos en el territorio mexicano. Un porcentaje de los estadounidenses no les conviene deslindar o desaparecer de su territorio a los mexicanos. En este apartado, se presenta una lucha de intereses, ya que el presidente Donald Trump se opone a esta situación. Este personaje es fundamental en el manejo de percepción del choque ideológico.

“Viajar es la mejor manera de huir”.

Acudí al país americano con otros propósitos, quizás más emocionales que académicos y económicos.  Antes de irrumpir en el campamento de Minessota, Estados Unidos, Camp Lincoln and Lake Hubert tuve que atravesar varias barreras.

Esperaba ansiosamente en el aeropuerto. Había llegado cuatro horas antes de mi vuelo, y los nervios me carcomían la garganta y el estómago. No era la primera vez que viajaba en avión, pero sí la primera vez que volaba yo sola, sin ningún acompañante, familiar, conocido o amigo. ¡Diantres! Temía perderme, especialmente por si no sabía seguir adecuadamente las indicaciones, de acuerdo a los letreros, para recoger mi respectiva maleta en la banda y determinar cuál era la puerta a la que debía llegar para abordar el avión. Afortunadamente, en el aeropuerto de México, lo logré.

Ahora, recuerdo, cuando recientemente llegué, una profesora, quien es originaria de Estados Unidos, me dijo: “Viajar es la forma más inteligente de huir”, y me dio una palmadita en la espalda.

Mi primer aterrizaje fue en Houston, dónde haría escala antes de llegar a Minneapolis, Minnesota. Fue el primer enfrentamiento y contacto directo con los norteamericanos. Era el comienzo de mi aventura. Cuando me sumergí en el inmenso aeropuerto, los latidos de mi corazón aumentaban y entonces no supe hacia dónde dirigirme. Trataba de ubicarme, pero la presión vencía a mi atención. Por fin, me aproximé a la fila de inmigración, la cual proporciona la autorización legal para entrar al territorio norteamericano. Sentía que no llegaría a mi destino, ya que tenía poco tiempo antes de que despegara mi próximo vuelo.

Los ojos me ardían y me dolían. Mi cuerpo sentía un cansancio; sin embargo, en ese momento pasaba a segundo plano, ya que mi objetivo era no perderme. Una señora norteamericana se encargaba de controlar la fila, la cual en su mayoría eran latinos. Todos gritaban y daban indicaciones en inglés, sí las entendía, pero me sentía incapaz de emitir alguna interrogante o comentario en inglés. Me surgían muchas dudas, y no podía aclararlas. Le traté de exponer a una señora que la hora de mi vuelo estaba muy próxima, ella me miró un poco molesta y me indicó que de cualquier forma yo debía aguardar en la  numerosa fila para mi turno.

Los segundos y minutos corrían. Afortunadamente, cuando pase con el conselour me atendió rápido, y me permitió pasar por la línea peligrosa que divide al legal e ilegal. ¡NO había tiempo para detenerme en divagaciones! Corrí para cambiar de banda a mi maleta, y fui siguiendo los letreros y recorriendo los espaciosos pasillos con zancadas. De pronto, estaba perdida. Debía tomar un tren para llegar a la puerta que marcaba  mi boleto. Desesperada, le pregunté a un policía, me juzgó detenidamente y me arrebató el papel. Me señaló que debía abordar el tren, me amonestó preguntándome sino me había fijado en las pantallas cual era mi puerta. La verdad es que sí me había percatado, pero mi ensimismamiento, me hizo no contestarle nada, ni parecer molesta y limitarme a darle las gracias. Seguí corriendo.

Cuando abordé el tren, ya no sólo estaba preocupada por mi vuelo, sino que mi mente me golpeteaba con pensamientos indignantes. ¿Cómo es posible que no le haya contestado? ¿Cómo es posible que haya permitido que me tratara sin consideración? El hombre me ayudó a orientarme mejor, pero no había sido amable conmigo. Sentía en lo más hondo de mi corazón que mi condición mexicana lo empujó a tratarme de tal manera, y mi inexperiencia estando sola en un aeropuerto norteamericano. Mi interior lanzaba blasfemias contra aquel sujeto, pero el desenvolvimiento de los hechos presentes no me permitía detenerme en mi enojo. Continué con mi trayecto hasta llegar a mi destino, el cual estuvo envuelto de otros tropiezos.

Este es un pequeño fragmento de mi experiencia para ejemplificar las diferencias culturales, ideológicas y el choque de sentimientos y personalidades entre estos dos países, pero que son muy cercanos.

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