Reflexiones de una amante del placer

Por Brenda Trujillo

Por Brenda Trujillo

Caminaba por el asfalto. Era mediodía. Tengo miedo. Soy el drama de la eterna perdición. El automatismo me rige; apenas y me di cuenta cuando un automóvil se detuvo y me pitó. No me había fijado al cruzar la calle. El coche casi me arrollaba. A veces creo que moriré atropellada. Si hubiera sido otro conductor, de malas maneras, hubiera pasado sobre mí. Pero…

¡Qué torpe eres! ¡Ni siquiera te percatas en el trayecto por el que vas! ¿Qué más da? Mis fuerzas se han desvanecido y esta impetuosa personalidad que poseo está a un paso de la destrucción. Apenas atardecía. Me dirigía de regreso a casa. El aire fresco rozaba mi cutis y podía sentir como el invierno ya había irrumpido en el ambiente. Sin embargo, aún había muchas hojas secas caídas de los árboles.

Podía observar el entorno con cierto delirio nostálgico, es tan hermoso permanecer ante la naturalidad, la cual muchas veces es maltratada por las personas. Es bella, pero también sus tempestades son mortales.

Y nosotros los humanos vamos incluidos en las catástrofes de los desastres naturales. ¡Qué horror! Tengo un pánico atroz. No sé cuanto tiempo pueda continuar así. Llegué a mi hogar con el rostro alterado. La cabeza me daba vueltas. Solo quería dormir y es lo que haría. Dormir es el refugio cuando el dolor se torna insoportable. Afortunadamente, no había nadie Me arrojé en la cama y me sumí en un sueño profundo…

¡No! ¡No! Me levanté con el corazón palpitando a una velocidad sorprendente ¿Qué era? ¡Voy a morir! Pensé… ¡Me va a dar un infarto! Había tenido una pesadilla. Mi tía me acusaba de ser una descontrolada y viciosa empedernida.

Mi imagen adquiría la de un fenómeno terrible y yo le pedía disculpas a mi tía por ser culpable de mi pasado, pero ella no me perdonaba mis actos y me dejaba con la culpabilidad permanente. Cuando me percaté que era un mal sueño, grité y aventé mi lámpara contra el espejo y ambos se hicieron cachitos.

Esta obsesión está consumiendo mis días. Tan solo tengo 16 años y mi alma ya se encuentra en conflicto con la condena de mi vida. Sé que acorde a mi edad no he actuado completamente con responsabilidad absoluta y he pagado cruelmente con algunas consecuencias. Pero quiero dejar este camino vicioso para reivindicarme. Debo poder lograrlo porque si no es así mi final no estará muy lejos.

La otra voz dice: ¡Que exageración! ¡Yo no dejaré que las lenguas banales tengan razón! Debo corregir algunas cuestiones, pero mi convicción jamás la abandonaré…

El embrollo de mi sentencia es que, aunque desee enormemente no caer en el vicio continuo, me encanta el efecto de su tortura; me es muy difícil deshacerme de ciertos recuerdos. Realmente ni yo sé cual sea el sendero adecuado.

Por un lado, no pretendo ser ordinaria, ni mucho menos, una cómplice de la sumisión o la reserva, pero tampoco quiero perderme. Quiero concretar todos mis anhelos. Quiero lograr la inmortalidad de mi espíritu inmemorable.

Siento un destello extraño al observar a los demás tan comunes y corrientes, conformes de sus resultados y desafortunadamente, todo se termina basando en el éxito económico, por una y mil razones. El triunfo corrupto ¿es válido o no?… Es un dilema. Quizá pueda serlo. Tal vez no. Para lograr un bienestar pleno he descubierto algo muy relevante y motivante que impulsar al logro de las metas: la salud, sin ella estamos arruinados. Es lo que se necesita para obtener una larga vida.

Cuando tenía 14 años era una amante del placer…. ¡Lo sigo siendo! Pero antes lo era, inconscientemente. Mi objetivo era solamente el puro placer. Ahora no es así. Sigo siendo amante de esos menesteres; pero no de igual manera. Durante un año y medio mis objetivos estaban concentrados solo en ese ámbito y no negaré que es fabuloso, pero aprendí que no todo puede ser así. Por ello, sostengo este pensamiento: “Nadie puede evitar el cielo que conduce al infierno”, es decir, todos estamos atados al deleite de los placeres, pero nos dirige al infierno por sus repercusiones.

Así que el gran dilema postula dos grandes caminos: el camino del placer ilimitado o el camino del placer bien encaminado. Si quiero llevar a cabo este último diré que no es nada fácil, pero si mi propósito está en lo largo de la existencia y no en lo efímero, mi progreso debe resaltar más.

Por lo tanto, ante las fatalidades de mis pesadillas debo hallar una arma para oponerme a ellas y con una espada eliminar o disminuir mis obsesiones…

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